"Toma mi mano para cruzar". Esas cinco palabras, formaron la frase más emblemática de mi padre, durante mi infancia.
Era una frase simple, que nos reconfortaba a ambos y nos daba seguridad.
Estaba implícito en ella, que si yo agarraba su mano áspera, todo iría bien.
Por eso, años después, la hice mía cuando más lo necesité:
Toma mi mano para cruzar, le dije a mi padre, cogiendo su mano.
Él, tumbado en su lecho de muerte, me miró una última vez y con serenidad emprendió su último viaje hacia el más allá. FIN.
(Autoría: D. Writers y A. Alonso. Laberinto de Historias).
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