Así, como todas las mañanas nos preparamos un buen desayuno, que dé energía al cuerpo, para llevar a cabo las tareas diarias, con mucho más razón, debemos alimentarnos cada madrugada, con la lectura de la Palabra y la oración, para fortalecer nuestro espíritu y así enfrentar cualquier adversidad, que se pueda presentar durante el día
Abramos nuestro corazón al Espíritu Santo y consagrémonos a Él, para que guíe nuestros pasos, por caminos de santidad, nos dé sabiduría para la toma de decisiones y nos inunde de su amor, para ser verdaderos testigos de Jesucristo.
Si el Espíritu Santo habita en nosotros, con autoridad, digamos "no vivo yo, es Cristo quien vive en mí".
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