Un día, Cleonice Morcaldi, su hija espiritual, le preguntó al Padre Pío: Padre, ¿la Virgen viene uno que otro día a su celda?
Mejor dime, contestó Padre Pío, si algún día no viene.
¿Se le aparece como en Lourdes?, siguió preguntando atrevida Cleonice. Eh, sí. Allá se apareció, pero aquí nada.
¡Oh qué paraíso!, respondió el Padre.
Dígame un pensamiento sobre la grandeza de María, para que me anime a amarla.
¿No te basta saber que es Madre de Dios? ¿Que todos los Ángeles y Santos no llegan a alabarla dignamente?
Dios es el Padre del Verbo, y María es la Madre del Verbo, hecho carne. Así que nada nos concede el Señor, si no pasa por las manos de la Reina del Cielo.
Si Dios es la fuente de agua viva, María es el acueducto, que la lleva a nosotros.
Ámala en la Tierra y la contemplarás en el Cielo.
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