Un día, la profesora le preguntó a los niños, quién sabía explicar quién era Dios.
Uno de los niños levantó la mano y dijo: “Dios es nuestro Padre. Él hizo la tierra, el mar y todo lo que está en ella. Nos hizo como hijos de Él”.
La profesora, buscando más respuestas, fue más lejos: ¿Cómo saben que Dios existe, si nunca lo vieron?
Todo el salón quedó en silencio...
Rosa, una niñita muy tímida, levantó sus manos y dijo: Mi madre dice que Dios es como el azúcar en la leche, que me hace todas las mañanas. Yo no veo el azúcar que está dentro de la taza, mezclada con la leche, pero, si no la tuviera, no tendría sabor... Dios existe. Él está siempre en medio de nosotros, sólo que no lo vemos. Pero si se fuera, nuestra vida quedaría sin sabor.
La profesora sonrió y dijo: Muy bien Rosa, yo les enseño muchas cosas a ustedes, hoy tú me enseñaste algo más profundo que todo lo que yo sabía. Ahora sé que ¡Dios es nuestro azúcar, y que está todos los días endulzando nuestra vida! Le dio un beso en la frente, y salió sorprendida por la respuesta de aquella niña.
Amigos, la sabiduría no está en el conocimiento, sino en la vivencia de Dios en nuestras vidas. Existen muchas teorías, pero dulzura como la de Dios, aún no existe ni en los mejores azúcares. Así que no olvides colocar azúcar en tu vida.
De esta azúcar, NO hay límites. NO engorda, más que el Alma y el espíritu. Y te endulza el momento más amargo de tu vida. Tenla siempre a mano, y que nunca te falte esa buena azúcar que es Dios.
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