Te lo pregunto, porque yo siempre le digo a Dios:
No me des los océanos, sino un vaso de agua, cada vez que tenga sed.
No me des los sembrados de la tierra, sino una rebanada de pan, cada vez que tenga hambre.
No me des la extensión de praderas, sino una parcelita verde, donde echarme cara al cielo, a mirar las estrellas. Solo una parcelita verde, donde mirar el vuelo de los pájaros, los rayos amarillos con que el Sol me hace cerrar los párpados.
No me des un vergel: quiero una flor, tan solo un jazmín infinito, que perfume mis días.
Quiero una sonrisa, que no se gaste al usarla cada día.
Señor, dame ganas de hacer lo que hago, para que no me convierta en un autómata.
Dame esa cuota de amor, que le permita al corazón latir sin sobresaltos, latir seguro y suave con ese movimiento de vaivén, con que la brisa mueve las ramas de las palmeras.
No me des una enciclopedia, sino dame, tan solo, una palabra amable, para que cada persona que se acerca a mí, pueda ser un poquito más feliz.
Señor, dame sencillamente esas cosas simples, que nos hacen vibrar y le dan sentido a la vida.
.