Préstame, Madre, tus ojos,
para con ellos mirar,
porque si por ellos miro,
nunca volveré a pecar.
Préstame, Madre, tus labios,
para con ellos rezar,
porque si con ellos rezo,
Jesús me podrá escuchar.
Préstame, Madre, tu lengua,
para poder comulgar,
pues es tu lengua patena,
de amor y de santidad.
Préstame, Madre, tus brazos,
para poder trabajar,
que así rendirá el trabajo,
una y mil veces más.
Préstame, Madre, tu manto,
para cubrir mi maldad,
pues cubierto con tu manto,
al Cielo he de llegar.
Préstame, Madre a tu Hijo,
para poderlo yo amar,
si Tú me das a Jesús,
¿qué más puedo yo desear?
Y esa será mi dicha por toda la eternidad.
.