Hermano Martin de Porres, naciste en Perú, eras hijo del capitán Juan de Porres y de la mulata Ana Velásquez.
Toda tu vida la empleaste en servir. Entraste como donado al convento del Santísimo Rosario, en Lima Perú, de la Orden Dominicana.
Cuidabas de los enfermos, dabas de comer a las aves del corral, fregabas los platos, barrías los claustros, hacías los trabajos más humildes.
Como tú, te consideraban un ser sin importancia, pero Dios se enamoró de ti y enriqueció tu espíritu de una manera inusitada. Te otorgo el don de hacer milagros.
Tú no pretendías nada de eso, pues te parecía un exceso, pero Dios es así: Cuanto más se humilla un hombre, más lo eleva Él.
Al cielo se sube bajando y con tu hermana escoba, barriste la suciedad del Convento.
Préstamos tu escoba, Martín, para barrer la maldad, el egoísmo, el odio, los vicios, y todo aquello que nos aparta de Dios y nos hace menos personas. Amén y amén.
.
.