Es posible que el dogma cristiano, que más dificultades tenga para ser explicado para los teólogos de ayer y hoy, es el de la Santísima Trinidad.
Solamente nos es posible ingresar al misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, desde la vivencia y la comprensión del amor.
Vivir el amor significa saber que la plenitud no se encuentra en la individualidad del “yo”, sino en el plural del “nosotros”, que alberga la fecundidad de la vida.
Por eso nuestra semejanza divina se realiza plenamente en la comunidad, en la cual lo diverso de cada miembro conforma la identidad comunitaria, cuando se une amorosamente con los demás.
Así es en nuestra historia, así en nuestra Iglesia y así es plenamente en Aquél que es Amor y del que proviene el amor.
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