Con los años vamos perdiendo la inocencia, que no es otra cosa que la sabiduría que nos regaló Dios.
Una niña estaba intentando conseguir una parte en una obra en la escuela. Su mamá contaba que la niña había puesto su corazón en ello y ella temía que no fuera elegida.
El día que las partes de la obra fueron repartidas, yo estaba en la escuela. La niña salió corriendo con los ojos brillantes, con orgullo y emoción. Adivina qué, mama, gritó. Y luego dijo las palabras que permanecerán como una lección para mí: He sido elegida para aplaudir y animar.
Amigos, ojalá y nunca perdamos la inocencia.
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