Hoy dejé a mi mente volar al pasado. Voló lejos, muy lejos, para recordarte hoy un poco...
Me bastaba tan solo con cerrar los ojos para poder sentirte cerca de mí. Y fue muy real. Me dejé llevar por el hermoso recuerdo del amor que en aquel momento nos tuvimos...
Hoy cerré los ojos y pude sentir tu bella presencia. Pude sentir tu respiración, en pequeños susurros a mi oído.
Me bastaba tan solo con cerrar los ojos y mirar al cielo, para poder ver tu sonrisa y tus hermosos ojos que mi Dios te puso, y que muchas veces te dije que serían la luz de mi camino, donde fuera que estuviera.
Y hoy aunque ya no estés conmigo, igual y por siempre serán tus ojitos, la luz de mi existencia. Esa mirada que algún momento me perteneció y que hoy la recuerdo con todo el amor, que mi alma siente por ti.
Hoy me he dado el gusto de sentir cada caricia, que en muchos momentos me diste y que hoy las siento como si en estos momentos tus manos rosaran toda mi piel.
Hoy pude sentir cada beso, cada mirada y sonrisa compartida, que en algún momento te saqué.
Hoy quise recordar cada desayuno compartido a tu lado, ese primer día cuando nos conocimos por primera vez, aquel día, que ambos sabemos. Ahí te conocí esa hermosa mañana y vi esa mirada llena de pena y toda cohibida al momento de mi encuentro.
Sólo dije buenos días y me lancé a tus brazos. Y sin preguntar, te miré a los ojos y te besé.
Por eso y por muchas cosas más, hoy le doy gracias a Dios por permitirme al menos revivir, de esta manera, todos los momentos vividos contigo, que jamás volverán, pero que serán en mi vida mi mayor tesoro, mi mayor recuerdo y mi mejor sueño.
Hoy, después de tanto tiempo, le permití a mis ojos limpiar el alma, derramando este llanto que tenía guardado y que hoy he querido sacar, escribiendo estas cuantas líneas, de un recuerdo guardado y que permanecerá vivo durante toda mi vida.
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