El hombre que se reconstruyó asusta, porque hoy elige su propia compañía.
El hombre que ya ha sido triturada emocionalmente, y que fue capaz de rehacerse, no está preocupado por tener a alguien a su lado. Él es libre, porque rompió las ataduras de la aprobación ajena. Él se pertenece asimismo. Encontró su propio camino, para ser guiado por la brújula de su alma, y abandonó los caminos que no lo inspiran.
Sin embargo, lleva cicatrices de las espinas que pisó, al caminar fuera de su propósito, pero sigue pleno, notando estas marcas como símbolos de un aprendizaje, convertido en sabiduría.
El hombre que salió del fondo del pozo entiende de humillación, pero optó por el perdón a los demás y, sobre todo, así mismo. Aprendió a abrazar, a ponerse en el regazo y a decirse así mismo: “No te culpes, hiciste lo mejor que pudiste en esa época”.
Fue subestimado, criticado y alimentado con migajas, pero decidió levantarse del suelo, sacudir el polvo, e iniciar un nuevo camino…
Él probó la metamorfosis, extendió sus alas naciendo, y se dio cuenta de que la alcantarilla no es su lugar. No obstante, él mantiene los pies en el suelo, porque sabe que es fundamental saber dónde está pisando.
Este hombre aprendió que ninguna compañía vale, si tiene que dejar de ser él mismo. La libertad de ser quién es, no le cayó del cielo, la conquistó al precio de su sangre. Y este logro, jamás será negociado. Él no quiere guerra con nadie, solo sabe lo que quiere y lo que se merece.
Si hay algo que este hombre tiene de sobra, es alegría de ser auténtico y poder ser él mismo, así que no lo pensará dos veces antes de abandonar situaciones y personas que amenacen su yo más sagrado.
(Autor Desconocido).
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