Durante el trayecto de nuestra vida por este mundo, tendremos que enfrentar días soleados, donde el sol brilla en su máximo esplendor, en donde todo parece perfecto y sin nada en que preocuparse.
Llegamos hasta creer que tenemos el mundo a nuestros pies y nos olvidamos de Dios.
Sin embargo, cuando menos lo esperemos llegarán tormentas tempestuosas que golpearan fuertemente nuestro barco, hasta querer hacernos naufragar.
Y, es ahí cuando reconocemos nuestra pequeñez y con un corazón humilde pedimos la cobertura de Dios para poder salir triunfantes de ese momento difícil.
Y Dios, que es fiel, derrama su bendición y nos da la victoria.
Y Él les dijo ¿Por qué estáis amedrentados, hombres de poca fe? Entonces se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. Mates 8, 26
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