Asegurémonos de tener siempre metas en la vida, de corto, mediano y largo alcance, pues una vida sin propósitos no es vida.
Tengamos metas en el ámbito familiar, intelectual, laboral, espiritual y en la salud y evaluémoslas de forma constante.
No nos quedemos satisfechos de ir a la deriva como un barco sin rumbo, expuestos a vientos y mareas; sin propósitos trascendentales en nuestro desarrollo y evolución.
Debemos estar conscientes siempre de que vinimos a este plano a corregir errores, a ser mejores y a servir al prójimo.
Saber que estamos haciendo, quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos, es de sabios.
Demasiadas personas se dejan arrastrar por la corriente durante la vida, sin logran hacer nada que resulte edificante.
Busquemos paz y certidumbre internas, y sin estrés o esfuerzo sigamos el camino que nos corresponde.
Perfeccionemos lo que sabemos hacer, ya que es algo que se nos ha revelado desde dentro de cada uno.
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