Un día como hoy me invitaron a conocer a Dios. Pero no tuve tiempo, pues siempre tenía cosas que hacer en: La casa. El trabajo. Los estudios. Los amigos.
En fin, nunca tuve tiempo, hasta que llegó el tiempo de morir y cuando estuve ante Dios, me presenté y Él tenía en sus manos un libro: Era el libro de la vida.
Dios buscó en su libro y dijo: "Tu nombre no lo puedo encontrar. Una vez estuve a punto de anotarlo como: NO TUVE TIEMPO. Yo recordé aquel día que no tuve tiempo para Él.
Volvió a verme, lo mire a los ojos, muy triste y sonrió diciéndome: No te preocupes hijo mío, siempre tendré tiempo para ti. Pero iras a la tierra nuevamente a enseñar esta lección de vida que es: NUNCA DEBES DECIR QUE NO TIENES TIEMPO PARA DIOS.
.
.