Dos mujeres estaban teniendo una conversación intensa, en un restaurante acogedor, a la luz de las velas. Eran Sarah y Janet. Con una mirada tranquila y amigable, Janet comenzó: Entonces, ¿estamos de acuerdo, Sarah? Sí, estoy de acuerdo en entregarte todo mi dinero, para que, sumado a tu parte, finalmente podamos comprar una casa para las dos, respondió Sarah, deslizando un sobre lleno de dinero en dirección a Janet, mientras una suave sonrisa se formaba en sus labios.
Pasaron unos días y una Sarah, aprensiva, llamó a la puerta del apartamento de Janet, pero el silencio respondió a su llamado. El conserje apareció en el pasillo con una expresión amable y servicial, dirigiéndose a Sarah: Querida, no tiene sentido golpear la puerta. La señora se mudó hace una semana. ¿Tienes alguna idea de a dónde fue?, preguntó Sarah, con una expresión de preocupación, marcada en su rostro. El conserje se rascó la cabeza antes de responder: Bueno, déjame pensar. Ah, sí, dijo que iba a algún lugar con playa.
La inquietud se apoderó de Sarah, y murmuró visiblemente ansiosa: Dios mío, me engañó y robó mi dinero. La intención era comprar un apartamento modesto para las dos. Y con una mirada de desprecio, Sarah pensó para sí misma: Esto no quedará así. Toda mi ira se dirigirá hacia ti, Janet.
Relámpagos rasgaban el cielo nocturno, y sonidos siniestros resonaban en el aire. Janet estaba en su apartamento junto a la playa, en la cocina, mientras las olas rompían con un suave rugido de fondo. Cogió una taza y la llenó de agua del grifo, pero su rostro se torció en sorpresa. Dentro de la taza, una araña estaba al acecho. Janet dejó caer la taza, que se rompió en el suelo, liberando a la araña. Cuando Janet miró de nuevo, varias arañas comenzaron a salir del interior del grifo.
Un grito de terror escapó de los labios de Janet, mientras corría apresuradamente hacia la habitación. Saltó sobre la cama y se acurrucó, creando un refugio imaginario bajo las mantas.
Sin embargo, incluso allí, la tranquilidad era ilusoria. Janet sintió algo frío en su pierna y, al apartar las sábanas, se encontró con una serpiente que se deslizaba por la cama. Miró hacia atrás y vio otras diez serpientes, entrelazadas como lombrices, todas moviéndose hacia ella. Una de las serpientes fijó sus ojos en los de Janet. Janet pensó con horror: Dios mío, no puedo moverme. Cualquier movimiento brusco y la serpiente me morderá.
Mantuvo la mirada fija en los ojos de la serpiente, que la observaba como si fuera una adversaria. Un relámpago iluminó la habitación, haciendo que Janet se moviera instintivamente, en un intento de escapar. Fue en ese momento exacto, cuando la serpiente atacó. Janet gritó de dolor, pero lo peor aún estaba por venir, ya que varias serpientes saltaron sobre ella. El último relámpago cortó el cielo, poniendo fin a la escena macabra. Mientras tanto, Sarah permanecía frente al espejo del baño, con una sonrisa siniestra en los labios, ya que tenía la absoluta certeza de que su amiga Janet ahora estaba sin vida. Sarah pensó, con crueldad evidente: "Janet, mi querida Janet. Esta es la consecuencia de nunca involucrarse con desconocidos, ya que puedes terminar lidiando con alguien tan despiadada como yo".
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