En ocasiones, nos desboronamos ante los problemas de la vida, y nos cerramos de tal manera, que no encontramos una solución práctica.
Entonces, como niños malcriados, nos rebelamos contra Dios, lo hacemos culpable de nuestros errores y nos apartamos de Él.
Esta actitud, es una excelente maniobra del enemigo, que busca alejarnos de Dios, para quedar desprotegidos y así destruirnos con sus mentiras.
Por tanto, a pesar de todas las dificultades que enfrentemos, nunca, pero nunca, nos apartemos de Dios. Él es nuestra roca fuerte.
Recordemos que Dios se opone a los orgullosos, pero trata con bondad a los humildes.
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