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preguntado por Semipesado (388k puntos) en Misterios

En el turbio amanecer del siglo XIX, cuando las fronteras entre la vida y la muerte se mezclaban en un misterio sombrío, un oscuro capítulo se escribía en los libros del destino. En una época donde los suspiros de la última exhalación eran considerados el último adiós, las almas se perdían en las sombras antes de tiempo.

En medio de aquel siglo de incertidumbre, un pequeño pueblo albergaba un cementerio que sería testigo de un inquietante relato. Un guardián solitario, encargado de velar por las memorias eternas y las lápidas talladas con los nombres de los olvidados, caminaba entre las filas de tumbas con su mirada cargada de cansancio y vigilancia.

Esa noche, la luna apenas era un pálido reflejo en el cielo, y las estrellas titilaban como faros en la oscuridad. El guardián, un hombre de mirada penetrante y rostro tallado por la experiencia, luchaba contra el sueño que amenazaba con reclamarlo. El sonido del viento entre los árboles parecía cantar una nana que lo arrullaba, empujándolo hacia los brazos del descanso.

Mientras tanto, tres figuras sombrías emergieron de las sombras, decididas a robar la paz de los muertos. Ladrones sin escrúpulos que codiciaban las posesiones incluso de aquellos que habían dejado este mundo. Su objetivo era la tumba de Sara Llanos, una aristócrata que vivió en el siglo XIX cuyo ataúd contenía un tesoro que ansiaban convertir en riqueza terrenal.

Los ladrones, movidos por la avaricia y el ansia de fortuna, habían estudiado cada detalle del cementerio y su premio. La luna, cómplice involuntaria, iluminaba su camino hacia la tumba deseada. Con habilidad, burlaron las defensas de metal y candados, violando la tranquilidad de aquel sagrado lugar.

Horas pasaron como latidos de un corazón ansioso, y finalmente alcanzaron la morada de Sara. Con herramientas y esfuerzo, comenzaron a desenterrar la tierra que separaba a los vivos de los muertos. Pero en medio de su afán, golpes suaves resonaron desde el interior del ataúd, como suspiros acallados que luchaban por encontrar una voz.

El miedo se apoderó de los ladrones cuando unos golpes desde el ataúd se empezaron a escuchar como un eco de los latidos de sus propios corazones. ¡Sácame de aquí!, se escuchó con voz lúgubre. Hundidos en una espiral de pánico, abandonaron su tarea incompleta y huyeron de la escena, dejando atrás el fruto de su sacrilegio.

Mientras tanto, el vigilante despertó de su sueño intranquilo. Los gritos le arrancaron de las garras del cansancio y la confusión. Siguiendo el eco de los lamentos, llegó a la tumba destrozada de Sara Llanos. Sus ojos, acostumbrados a los misterios de la noche, observaron el ataúd a punto de ser liberado de su prisión de tierra.

¿Sácame de aquí!, volvió a decir Soy Sara Llanos. La voz que emergió desde el interior del ataúd llevó un escalofrío hasta lo más profundo de su ser. El nombre pronunciado era el mismo que adornaba la lápida rota. Sara Llanos imploraba auxilio, pero su voz estaba cargada de un insondable sufrimiento, una agonía que trascendía la barrera entre los mundos.

Con el alma erizada, el vigilante no pudo evitar confrontar la realidad que se extendía ante él. Las palabras de Sara, su insistencia por ser liberada, se encontraban en discordancia con los registros mortuorios. El mensaje grabado en la lápida hablaba de su muerte en el siglo XIX, pero las fechas en el mundo exterior hablaban de un tiempo distinto.

En el suspenso entre lo sobrenatural y lo racional, el vigilante se aferró a la única opción que su mente podía aceptar. Aquello no era humano, no podía serlo. La fecha de 2023 negaba cualquier explicación coherente. Mientras esperaba la llegada de las autoridades, la figura atrapada en el ataúd se sumió en silencio.

Cuando las autoridades finalmente llegaron, el ataúd fue liberado de su prisión de tierra. Pero lo que encontraron dentro congeló la sangre en sus venas. Una figura intacta yace en el interior, una mujer cuyos rasgos  desafiaban la lógica y la ciencia. Sin signos de descomposición, sus ojos se abrieron como joyas negras, reflejando un mundo que escapaba al entendimiento humano.

Con un grito aterrador, la figura se alzó de su lecho funerario. Las manos que alguna vez fueron cadáveres rígidos ahora estaban vivas, y el rostro que debía haber sido consumido por el tiempo sonreía con un rictus de oscura diversión. La sangre manchó el suelo cuando el horror se desató, las sombras se retorcieron y la figura desapareció en la noche, llevándose consigo la vida de aquellos que osaron desafiar la frontera entre los mundos. Ese ser horrible se encuentra entre nosotros viviendo sin más y sediento de sangre. 

(Créditos a su autor original).

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respondido por Supermediano (287k puntos)
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                                          Maravilloso amigo!

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comentado por Semipesado (388k puntos)
Me alegro que te haya gustado, mi amigo.







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