El hombre que soñó que la esfinge le dijo: “Serás Rey si me desentierras”
En las antiguas arenas del desierto egipcio, donde el río Nilo acaricia las orillas con su constante flujo, surgió una historia que ha resistido la prueba del tiempo, la historia de Thutmosis IV, conocido como el “Rey de los Sueños”.
Thutmosis IV fue el octavo faraón de la Dinastía XVIII de Egipto, y su reinado tuvo lugar aproximadamente entre 1401 a.C. y 1391 a.C. Aunque el episodio de la Esfinge es quizás el más famoso de su vida, tuvo un reinado lleno de logros significativos.
Thutmosis IV no era el heredero directo al trono de Egipto. De hecho, había varios príncipes que estaban delante de él en la línea de sucesión. Sin embargo, el destino tenía otros planes para este joven. Mientras otros se ocupaban de los asuntos de la corte, a Thutmosis IV le encantaba pasar tiempo en el vasto desierto, explorando, cazando y meditando bajo el sol abrasador.
Un día, después de una agotadora jornada de caza, Thutmosis decidió descansar a la sombra de la Gran Esfinge de Giza, una majestuosa estatua con cuerpo de león y cabeza de hombre que había sido casi enterrada por la arena a lo largo de los años. Mientras yacía allí, agotado y a punto de dormirse, tuvo un sueño que cambiaría el curso de su vida y el de todo Egipto.
En su sueño, la Esfinge cobró vida y le habló. Le dijo que estaba sofocada y atrapada, y que si él la liberaba de la arena que la aprisionaba, sería recompensado con el trono de Egipto. Thutmosis IV, aún en estado de shock por la magnitud de la revelación, despertó de su sueño y observó la Esfinge con una nueva perspectiva. Se dio cuenta de que este podría ser su destino.
Con determinación y una renovada sensación de propósito, Thutmosis reunió a un grupo de trabajadores y comenzó la ardua tarea de desenterrar la Esfinge. Día tras día, bajo el ardiente sol, el príncipe y su equipo trabajaron, hasta que finalmente, la majestuosa estatua quedó libre de la arena que la había atrapado durante tanto tiempo.
La noticia de este acto trascendental se extendió por todo Egipto. El pueblo comenzó a ver a Thutmosis no solo como un príncipe, sino como un líder determinado y un protector de las antiguas tradiciones egipcias. En un giro del destino, poco tiempo después, Thutmosis IV ascendió al trono de Egipto, tal como la Esfinge había predicho.
Durante su reinado, Thutmosis IV no solo fue conocido por su conexión con la Esfinge, sino también por sus numerosas campañas militares, sus esfuerzos diplomáticos y su pasión por la construcción y la restauración de monumentos. Sin embargo, más allá de sus logros tangibles, fue su fe inquebrantable en los sueños y su determinación lo que dejó una marca indeleble en la historia de Egipto.
En cuanto a su muerte, la causa exacta es desconocida, pero se cree que murió joven, ya que su momia sugiere que tenía alrededor de 30 años cuando falleció. Fue sucedido por su hijo Amenhotep III, quien se convertiría en uno de los faraones más poderosos de Egipto.
La historia de Thutmosis IV y la Esfinge es un recordatorio de que el destino a veces se revela en los momentos más inesperados. Y que, con fe y determinación, uno puede superar las probabilidades y cambiar el curso de la historia.
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