Era la primera fiesta que se celebraba en años en la mansión de los Montenegro. En el pasado, sus fiestas eran las más exquisitas en toda la provincia, pero durante seis años habían cerrado las puertas de su casa. Eso les había pasado factura en los negocios. Al no celebrar fiestas, dejaron de relacionarse con otros nobles y perdieron jugosas oportunidades.
La velada era espectacular. Los sirvientes paseaban entre los invitados con bandejas repletas de bebidas espirituosas y diversos aperitivos. Había sillas aterciopeladas en los laterales del salón, pensadas para aquellas personas que necesitaban un descanso. En una esquina, unos músicos amenizaban el ambiente con diversas melodías. Sin embargo, el objetivo de la fiesta era interactuar con los diversos invitados e ir cambiando de grupos. Así hacían negocios ellos.
Bryan era un joven apuesto y con una carrera prometedora. Disfrutaba de una copa mientras pensaba con quién entablar conversación sin ofender a nadie, cuando vio que Elyas se le acercaba sonriendo. Buenas noches, Bryan, saludó. Una velada fantástica, ¿no crees? Buenas noches, Elyas. Así es. ¿Qué tal los negocios?
Los jóvenes se apartaron para charlar sobre diversas trivialidades, pero pronto la conversación tomó otro rumbo. ¿Sabes a qué se debe esta fiesta?, preguntó Elyas. Pues no. He oído que los Montenegro quieren recuperar parte de su poder. Así es, pero, ¿por qué han esperado seis años? Quizás fuese para velar la muerte de la nuera.
Todo el mundo sabía que la familia Montenegro tenía todo cuanto deseaba en el pasado. El hijo de los Montenegro había tomado como esposa a una noble, que no era de la clase más alta, pero tampoco era de la más baja. La joven esposa había empezado a sufrir diversas enfermedades y problemas desde que se habían casado. Comentaban que alguien le había lanzado una maldición. Finalmente, había muerto en los brazos de su esposo y le habían hecho un gran funeral.
A los tres meses, el viudo tomó como esposa a Lydia, una mujer de gran belleza y alta cuna. Si Lydia no había sido la primera en ser escogida, se debía a su carácter. Parecía que deseaba todo lo que no era suyo.
Puede ser que fuese para velar a su mujer, pero entonces, ¿por qué se casó tan rápido? No sabría decirte, confesó Bryan. Te diré lo que oí, bajó la voz Elyas. Parece ser que la anterior esposa le pidió a su marido que conservara su alianza. Y eso hizo él. Pero, cuando Lydia vio la alianza, la exigió. No la pidió. La exigió de malos modos, diciendo que ella debería de lucir esa alianza, en vez de ser olvidada en un cajón. Incluso dicen que amenazó a su marido con hablar mal de él. El caso es que su esposo Mark cedió. ¿Y qué pasó?, preguntó Bryan, viendo que Elyas aprovechaba para hacer una pausa extensa. Pues parece ser que Lydia fue víctima de una maldición o algo así. El dedo anular, donde colocó el anillo, se le volvió negro. Y parte de su rostro también. Al menos, es lo que dicen. Con lo vanidosa que era Lydia, ¿tú crees que se mostrará hoy? Elyas se encogió de hombros. Han pasado seis años y la familia Montenegro necesita mostrarse, para mejorar su situación económica, así que debería.
Continuaron hablando de los planes futuros que tenían, hasta que el salón empezó a quedar en silencio. En lo alto de la escalera, se encontraban el joven señor de Montenegro y una dama con sombrero y velo blanco, que ocultaba su rostro. Mark, el joven de los Montenegro, ofreció su mano a la que debería ser Lydia. Esta la tomó y Bryan pudo observar que vestía unos guantes blancos que cubrían sus manos, pero la alianza iba por fuera. Mark y Lydia bajaron las escaleras de forma señorial. Luego, dijeron unas palabras de bienvenida y se separaron a conversar con los diferentes invitados.
En un momento de la velada, Lydia se acercó a Bryan, el cual estaba con otros nobles. Saludó jovialmente al grupo y Bryan se fijó en la alianza. Era un anillo muy hermoso y debía de valer mucho dinero. Sin saber por qué, deseó ese anillo con todo su ser.
Lydia, dándose cuenta de que no apartaba la vista de la alianza, agarró a Bryan del brazo y se retiró del grupo con una excusa banal. ¿Quiere mi alianza?, le preguntó directamente. Oh, no. Es simplemente que es muy hermosa, se sonrojó Bryan. Si tanto la quiere, se la doy. Yo también la anhelé un día y, ¿sabe qué pasó? Bryan negó con la cabeza y Lydia lo llevó al jardín, a un lugar apartado. Esto es lo que le espera si coge la alianza. La joven levantó el velo y Bryan soltó un grito de horror. La mitad izquierda de la cara de Lydia estaba desfigurada y le faltaban trozos de piel. Incluso se le veían algunos dientes con la boca cerrada.
¿Qué le parece? La que una vez fue considerada la más hermosa. Y todo por este anillo. ¿Lo quiere? Aquí lo tiene. Lydia ofreció el anillo en su palma y Bryan se quedó observándolo. Algo le tentaba, pero tras ver ese horror, ¿qué hacer? ¡Lo cogió...! Se arrepentirá, dijo Lydia despidiéndose.
Bryan abandonó la fiesta, teniendo cuidado de no introducir ningún dedo en el anillo. Sonreía para sí mismo, mientras acariciaba el objeto en el bolsillo. Su hermana, la favorita de su padre, se casaba en un año. Esta alianza sería un excelente regalo para ella.
Mientras pensaba en sus planes, un invitado chocó sin querer con él. ¡Bryan gritó! Con el golpe, el anillo se le había incrustado en un dedo. FIN.
(Autor: Daniel Ares Blanco).
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