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preguntado por Semipesado (388k puntos) en NOCHES DE TERROR

En las profundidades de un viejo manicomio, donde los gritos de los olvidados se mezclan con el crujir de las viejas estructuras, empieza este relato.

Soy James, un vigilante nocturno en el Manicomio de Ashwood, un lugar tan sombrío como los secretos que alberga. Mis noches son un constante vagar por pasillos oscuros, acompañado solo por el eco de mis propios pasos y, ocasionalmente, por el alboroto lejano de algún paciente perdido en su propia mente. Conozco cada rincón de este lugar; cada puerta chirriante, cada mancha en las paredes descascaradas, cada susurro que se arrastra por el frío suelo de piedra.

Una noche, mientras recorría el ala abandonada, un susurro indescifrable me detuvo en seco. El sonido parecía provenir de todas partes y de ninguna a la vez, como un eco distante de una conversación olvidada. Siguiendo el sonido, encontré una vieja radio emitiendo estática. La apagué, atribuyendo el incidente a mi imaginación, alimentada por las leyendas que envuelven este lugar.

Al día siguiente, un hallazgo inusual me esperaba en mi casillero: un diario ajado, con páginas arrancadas y lleno de garabatos incomprensibles. ¿De dónde había salido? ¿Era de alguno de los pacientes? Lo hojeé, sintiendo un escalofrío recorrer mi espina dorsal. Las palabras escritas, aunque confusas, parecían narrar fragmentos de historias que resonaban extrañamente familiares, como si las hubiera vivido yo mismo.

Con cada noche que pasaba, mi reflejo en los espejos del manicomio se volvía más distorsionado, como si una sombra se superpusiera sobre mi imagen. Una noche, al pasar por un espejo roto, vi claramente una figura detrás de mí. Giré rápidamente, pero solo encontré el vacío y el silencio. Las sombras en los rincones parecían cobrar vida, y los reflejos ya no me mostraban a mí mismo, sino a alguien... o algo... desconocido.

Las voces se hicieron más persistentes, cada vez más claras, hablando de un paciente, un tal James, que se había perdido en su propia mente. No, eso era imposible. Yo era el vigilante, el guardián de este lugar. Estas voces no podían ser mías, no podían ser mi historia.

Pero la verdad me golpeó una noche cuando un doctor, pasando por mi lado, me miró con una mezcla de horror y piedad. "¡James, tú... tú estás muerto!", exclamó antes de correr alejándose. Confundido y aterrado, corrí hacia mi oficina, pero en su lugar encontré una celda desolada con un nombre grabado en la puerta: James.

La revelación fue desgarradora. Las voces, el diario, los reflejos distorsionados... eran ecos de mi propia mente fracturada. Yo no era el vigilante de este manicomio; era uno de sus pacientes, perdido en un delirio en el que me había convertido en el guardián de mi propia prisión mental. En los pasillos del manicomio de Ashwood, ahora deambulo, un eco más entre tantos, atrapado en un laberinto de sombras y susurros, un alma perdida incapaz de discernir entre la realidad y las alucinaciones de una mente rota.

(Crédito a quien corresponda).

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1 Respuesta

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respondido por Wélter (99k puntos)
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No conocía dicha historia. Interesante.
comentado por Semipesado (388k puntos)
Gracias Kronk






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