Era una noche lluviosa y tranquila en nuestra antigua casa familiar. Mis padres habían salido, dejándome sola con mi hermana menor, Laura. Estaba leyendo en mi habitación cuando escuché la voz de Laura llamándome desde el sótano. "¡Ven rápido, necesito tu ayuda!", gritaba con urgencia. Extrañada, ya que Laura siempre ha tenido miedo del sótano, bajé rápidamente las escaleras.
Al llegar, me encontré con un silencio absoluto. La única luz provenía de la pequeña ventana del sótano, creando sombras inquietantes en las paredes. "¿Laura?", llamé, pero no hubo respuesta. Comencé a sentir una opresión en el pecho, algo no estaba bien. De repente, escuché la voz de Laura detrás de mí, pero esta vez tenía un tono siniestro, casi inhumano. Me giré para encontrarme con un ser demoniaco, con ojos ardientes y una sonrisa malévola, imitando la voz de mi hermana.
El terror me invadió. El demonio se acercó, sus pasos resonaban en el suelo de concreto. Corrí hacia las escaleras, con el ser persiguiéndome de cerca. Mis pies apenas tocaban los escalones mientras subía. Al llegar arriba, cerré de golpe la puerta del sótano y me apoyé contra ella, jadeando y llorando.
Cuando mis padres y Laura regresaron, nadie me creyó. Decían que había sido un mal sueño o el resultado de mi imaginación hiperactiva. Desesperada pero sin pruebas, me resigné a aceptar sus explicaciones. Finalmente, me mandaron con un psicólogo, pensando que podría estar sufriendo de estrés o alguna otra afección mental.
Pero cada noche, cuando la casa quedaba en silencio, yo sabía la verdad. Algo malévolo se escondía en nuestro sótano, esperando en las sombras. Nunca volví a bajar después de esa noche, pero aún podía escuchar sus susurros, imitando la voz de Laura, tentándome a regresar.
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