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preguntado por Semipesado (388k puntos) en NOCHES DE TERROR
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Solo tenía cinco dólares de presupuesto, para el regalo de Navidad de su hijo. Tenía más, pero el pago de la renta, los servicios y la comida lo absorbió todo. Siempre ha sido así la vida de Regina. La vida de una madre soltera.

¿Qué podría comprar con cinco dólares? ¿Un par de calcetines? No, ya tenía muchos y es un regalo para llorar. Era poco dinero para una camiseta y era mucho para un trompo o balero. Además, no eran regalos que atraigan a niños de esta época.

En todo caso ¿Qué es lo que quería Luis? Regina leyó la carta que dejó en el calcetín de Santa, pidiendo sus regalos. Su deseo era algo que ella no podría pagar con cinco dólares.

Pero... tal vez podría pagarlo con trabajo, pensó y acto seguido se dirigió a hablar con la dueña del local, donde lo conseguiría.

Vamos señora, ayúdeme. Es Navidad. No me alcanza para eso, pero puedo pagarlo con trabajo. No lo sé, le respondió la mujer pensativa. ¿Qué sabes hacer? Lo que usted diga. Aprendo rápido. La dueña del local lo meditó. Siempre hace falta ayuda, pensó. Vale, acepto. Es un trato.

Regina regresó la tarde del 25 de diciembre, con el regalo que deseaba su hijo. Estaba tan emocionada, que no iba a esperar hasta la noche para sorprenderlo. Cuando llegó a casa, se lo dijo. Luis, ven, aquí está tu regalo. ¡Feliz Navidad!

¿Qué es mamá? Regalo, regalo. La mujer se lo mostró: detrás de ella, un niño parecido a Luis apareció. Era solo dos años menor.

¡Hermano!, gritó Luis al verlo. Lo abrazó y saltaron juntos de alegría. Regresaste, regresaste para jugar conmigo, le dijo. Sí, mamá me trajo. Volvamos a jugar a las carreras en bici. No, no, nada de bicicletas, otra vez. Vayan al patio a jugar. Síí, gritaron al unísono. Gracias, mamá, gracias, le dijo Luis, mientras la abrazaba.

Era todo lo que quería. Lo sé, cariño, pero recuerda que es solo por un día. Luego tu hermanito tendrá que irse. ¿Lo entiendes verdad? Sí, lo entiendo, le dijo y se dirigió a su hermano: Ven vamos. Salieron de la casa felices.

Regina contemplaba a sus hijos, mientras jugaban en el patio de su pequeña, humilde, pero feliz casa. Los recordó jugando, como lo hacían antes de ese fatídico día con las bicicletas y al mismo tiempo se preguntó qué le ordenaría hacer, la mujer con rostro de calavera, en su siguiente día de trabajo.

(Autor: O. J Cuasquer. Los miedos que acechan).

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