Llevé a mi perro al cementerio, para ver el estado de mi abuela. Un amigo me había avisado que se encontraba en mal estado. Escogí la mañana, debido a lo miedoso que soy de ir de noche.
Mientras tocaba la tumba de mi abuela y le hacía el respectivo aseo, escuché que el vigilante del cementerio me advirtió, de forma violenta, que me fuera del cementerio, ya que según él, había ingresado, sin su autorización.
Aunque en la entrada no lo vi, le sugerí que podría supervisarme mientras aseaba la tumba de mi abuela, pero él seguía insistiendo, mientras se acercaba con sus manos empuñadas.
Oye amigo, tranquilo, no quiero problemas, solo quiero que sepas que vengo por mi abuela, pero mi perro empezó a intimidarse y a maullar. Esto no era normal, debido que mi mascota era agresivo y protector.
Cuando espabilé, el tipo no estaba, pero escuche un sonido como si estuvieran tragándose algo. Me giré y era aquel vigilante, digiriendo a mi perro. Asustado, intenté correr, pero como todo un tonto, me resbalé.
Esa cosa se acercó a mí, mientras en sus labios corrían sangre de mi querido perro. Cerré los ojos, mientras me protegía con el brazo. Desperté en la noche, en aquel cementerio. Nadie me creía, aunque lo consideraban una gran historia.
Jamás volví a ir al cementerio, y después de muchos años, mi nieto llegó a donde mí y me contó que vio un sujeto, tragándose a una pareja. Lo abracé y le pedí que no volviera a decir esto jamás, pues no quería que fuera tratado como "el viejo loco de la calle", como me tenían apodado. FIN.
.
