Nieves se despertó completamente cubierta de sudor, con las sábanas enroscadas alrededor de sus piernas. Había vuelto a soñar con el niño del banco y estaba intranquila. No por haber soñado con él de nuevo, ni mucho menos; últimamente lo hacía casi todas las noches y ella no podía más que estarle agradecida, ya que su PRESENCIA lograba romper la monotonía causada por la soledad, la vejez y el frío que se había instalado en aquella inmensa casa colonial, desde que su esposo había fallecido. Estaba intranquila por otra razón; el niño le había dicho algo importante y no lograba recordarlo.
Pasó toda la mañana rezongando malhumorada contra su mala memoria y al final, hastiada hasta de sí misma, decidió que aprovecharía la tarde soleada para dar un paseo hasta su banco favorito del parque.
Salió de casa y caminó despacito para mitigar los dolores de sus viejos huesos, tan empecinada estaba en intentar recordar lo que le había dicho el niño. Cuando llegó al parque y se sentó en el banco, no se percató de que había alguien sentado a su lado hasta que una voz infantil la saludó.
Hola, te he echado de menos. ¿Sabes?, dijo un niño de unos 6 años que se hallaba sentado a su derecha. ¿Perdona, cómo dices?, preguntó, girándose hacia su interlocutor, y un grito murió en su garganta cuando vio que el niño que estaba a su lado era el mismo que salía en sus sueños. ¿Por qué te sorprendes? ¡Habíamos quedado hoy aquí! ¿No recuerdas lo que hablamos hoy por la noche? Nieves negó con la cabeza, incapaz de pronunciar una sola palabra.
El niño rió con tono cantarín y dijo: ¡Eres un caso perdido! Habíamos quedado hoy aquí para nuestro último viaje ¿Lo recuerdas? El niño le tomó una mano, y la mujer no la reconoció como suya, pues en lugar de arrugas y manchas, había piel tersa y juventud. Juntos de la mano, se fueron por el camino del lago sin mirar atrás.
Nieves jamás se levantó de aquel banco y cuando los servicios de emergencia vinieron a recoger su cuerpo, se maravillaron al observar que aquella anciana había muerto con una sonrisa en los labios. Pero es que ellos no sabían que ella tenía prisa por volver a ver a su alma gemela, porque ella estuvo lista para irse con él en el mismo momento que lo vio sentado a su lado. FIN.
(Autoría: D. Writers y A. Alonso).
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