Desde mis años mozos, un corpulento y aspiracional fotógrafo de ropa intrusiva pero aspecto comprometido y coleccionista. Encontré una fila de viejos sabios intentando darme sus consejos a cambio de mis fotografías más regulares. Yo no podía darles más que eso aunque mi pecho dolía. Yo quería ser más que un fotógrafo para ellos, pero menos que un pros******. Buscando ese punto intermedio se paró frente a mí el más viejo de los viejos, y sabio de los sabios. Me dijo con voz clara: "Cuando estés frente la disyuntiva, más vale tomar una. El resto del tiempo lo tendrás para esa, y sólo esa cosa que has elegido. Conságrate en cuidar de esa decisión y no en tu habilidad de tomarla."
Esto al momento para mí no tuvo mucho significado, y me dio un poco de pena haber pensado en un instante en el viejo bailando en sus años mozos pero no importa.
Volviendo a casa, al abrir la nevera buscando la mejor bebida... por impulso del sabio salté a tomar la más próxima a la puerta, donde no tuviera que mover ni el cuello para alcanzar. Tomar una, sí quiero eso para mi vida. Una mujer, una amante, una sandalia, una llave, una letra, una marca de electrodomésticos, una celda en prisión, todo lo elegí impulsivamente, aunque fuera retirado de mi valiosa decisión por la fuerza.
El sabio, tiempo después, ahora a mis 68 años me visitó para decirme "ups, en qué lío te metiste". Y tiene razón, toda mi vida siguiendo una filosofía sabia, pero no fui lo suficientemente sabio.
Mirando al viejo retirarse pensaba en cómo ser más como él. Él estaba allá afuera, viviendo quizá 100 años o más, y yo... yo sólo tenía una máquina del tiempo para rehacer mi vida, una sola amiga fantasma haciéndome compañía... y una sola pena que me quitaría con un baño y una taza de té.
