Ser cristiano no es sinónimo de perfección, pues somos seres llenos de defectos.
Pero si buscamos, con humildad de corazón, al Dios Perfecto, por medio de su palabra, Él transforma nuestra vida, hasta llegar a alcanzar la estatura de Cristo.
Sin embargo, la soberbia nos impide poder alcanzar este objetivo, porque creemos que somos los dueños de la verdad y actuamos por encima de los demás.
Nos creemos los dueños del universo, y buscamos minimizar el esfuerzo de las personas. Juzgamos duramente y no damos la oportunidad de defensa.
La soberbia del hombre le abate. Pero al humilde de espíritu, sustenta la honra. (Proverbios 29, 23).
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