Resulta que, Abraham llevó a su hijo al desierto. Lo ató a un árbol y comenzó a hacer una fogata debajo de sus pies.
De las alturas una voz retumbó: Abraham, Abraham, ¿qué haces? Señor, estoy sacrificando a mi hijo, conforme a tu voluntad.
No Abraham, yo solo quería medir tu fe. Pero Señor.. ¡Suelta al niño! Abraham soltó a su hijo que salió corriendo….
Mientras el niño corría, Abraham le gritaba: Vuelve, hijo, vuelve, que el Señor te liberó.
El niño paró bien lejos, y gritó: Qué liberó ni qué liberó. Liberó un carajo. Si yo no fuera ventrílocuo, estaría quemado. Jajajajajajajá.
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