Me sucede todo el tiempo con Gian dei Brughi. Leo a Deleuze y ahí está. Leo a Pessoa y ahí está. Leo a Sergio Pitol (que no me gusta para nada, sus chistes son viejos, y sus personajes también, incluso él mismo, dan todos la impresión de tener las bolas canosas, con más conexiones entre hemorroides que sinápsis, etc.) y ahí está. Es lo mismo un fantasma que un ladrón.