Ser misericordioso es también ser comprensivo.
Cuanto más aprendo a perdonar, más aprendo a ser comprensivo con las personas. Aprendo también a comprender mis límites y mi vulnerabilidad.
No soy mejor que nadie. Por eso no puedo juzgar, ni condenar a los demás, por sus debilidades.
Con misericordia y comprensión, puedo ayudar a los demás a encontrar el camino correcto.
Tratando a todos con dignidad, puedo ayudarlos a comprender sus errores y saber cómo corregirlos.
Quien recibe misericordia, sabe ser comprensivo consigo mismo y con los demás.
Saber pedir perdón y perdonar: esta es la comprensión sublime del amor al prójimo, que nos hace dignos de alcanzar misericordia.
.