Yo no tenía este rostro de hoy: Así calmado, así triste, así pensativo. Ni estos ojos vacíos, ni mis labios delgados. Yo no tenía estas manos sin fuerza, tan quietas, frías y muertas. Y no tenía este corazón que ni siente. Y no entiendo este cambio tan simple, tan cierto, tan fácil. ¿En qué espejo quedó perdido mi otro yo? (Cecilia Meireles).
.