Un joven llega al Sacerdote y dice: ¡Padre no iré más a la iglesia! El padre entonces respondió: ¿Pero, por qué?
El joven respondió: ¡Ah! Yo veo a la hermana que habla mal de otra hermana. El hermano que no lee bien. El grupo de canto que vive desafinando. Las personas que durante las misas se quedan mirando el celular, entre tantas y tantas otras cosas equivocadas, que veo hacer en la iglesia.
El sacerdote le dijo: ¡Bien! Pero antes de que te salgas, quiero que me haga un favor: tome un vaso lleno de agua y dé tres vueltas por la iglesia sin derramar una gota de agua en el suelo. Después de eso, puedes salir de la iglesia.
Y el joven pensó: ¡muy fácil! Y dio las tres vueltas conforme al padre le pidió. Cuando terminó, dijo: Listo Padre.
Y el Sacerdote respondió: Cuando estabas dando las vueltas, ¿has visto a la hermana hablar mal de la otra? El joven respondió: No. ¿Has visto a la gente reclamar unos de otros? El joven dijo: No. ¿Usted vio a alguien que miraba móvil? El joven dijo: No.
Bien, dijo el Sacerdote. ¿Sabes por qué no viste nada de eso? Porque Usted estaba enfocado en la taza para no inclinar el agua. Lo mismo es en nuestra vida. Cuando nuestro foco es Nuestro Señor Jesucristo, no tendremos tiempo de ver los errores de las personas.
Así que: “QUIEN SALE DE LA IGLESIA POR CAUSA DE LAS PERSONAS, NUNCA ENTRÓ POR CAUSA DE JESÚS”.
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