Un mendigo estuvo junto a una carretera, durante más de treinta días.
Un día, un desconocido pasó por allí.
¿Me puede dar una limosna?, murmuró el mendigo. No tengo nada que darte, dijo el desconocido, quien a continuación le pregunto: ¿Sobre qué estás sentado?
Sobre nada, respondió el mendigo. Solo una vieja caja. Llevo sentado aquí no sé cuánto.
¿Has mirado alguna vez dentro?, preguntó el desconocido. No, dijo el mendigo. ¿para qué? No hay nada dentro.
Echa una mirada, insistió el desconocido. El mendigo consiguió abrir la tapa. Con infinita sorpresa y dicha vio que la caja estaba llena de oro.
Amigo, Dios hoy te dice: "Yo soy ese desconocido que no tiene nada que darte, pero que te pide que mires dentro". "Pero no dentro de ninguna caja, como dice la parábola, sino "dentro de ti mismo...".
Y dirás: "Pero yo no soy un mendigo”. Y Él te dirá: "Te oigo quejarte".
Y es que quienes no han encontrado su verdadera riqueza, todavía son mendigos. (Eckhart Tolle).
.