El día en que Dios me lleve la vida, sólo le pediré un favor: Que deje dormir mi cuerpo, y mi alma la deje para amarte por la eternidad.
Que cuando cierre mis ojos para no ver luz, tu rostro quede como espejo.
Que al dejar de respirar, mi aliento lo regale al viento, para poderte abrazar.
Que cuando mi cuerpo esté frío como la nieve, me deje viajar a otro mundo, para llenarte de besos.
Que cuando mis labios no pronuncien tu nombre, sientas que mi corazón aún dormido, lo grite sin nadie escuchar.
Por eso, mi eterno amor, el día de mi muerte no, no me llores y nunca me extrañes.
Recuerda: mi alma vivirá en el tiempo, y te amaré, aunque vuelva a morir por dentro.
(Madeline Vera Ramos).
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