Ay, ¿para dónde va con ese traje de gala?, le preguntaron, envidiosos las demás.
Él, caminaba feliz, muy feliz, sin responder.
Ay, diay, ¿quién se casa, tan temprano y vas para una boda?, se reían.
Él seguía caminando feliz, tarareando una canción.
Ay, pero ni responde él, de lo elegante que va, insistían burlándose.
Pero él no tenía tiempo, para perder el tiempo dando explicaciones.
Lo que esos no sabían es que él se vistió así porque la vida es ya, es hoy, es este presente y no hay fecha especial más, que la de hoy, que es cuando el corazón late.
Él siguió su camino, iluminó los lugares por donde pasó, le enseñó a otros a cantar sus canciones... Y luego cuentan que murió, con una sonrisa.
Las otras personas también murieron, pero nadie notó su ausencia, porque el envidioso siempre sobrará, mientras que el que vive y deja vivir, ilumina el camino propio y el ajeno y siempre será extrañado.
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