Tengamos presente que la vida es una sola, pues no hay oportunidad de prueba y error, sino que cada día, y de conformidad con las experiencias vividas, ya sea por nosotros o por personas conocidas, Dios nos da la oportunidad de corregir las acciones que estemos haciendo mal y que impiden que tengamos calidad de vida.
Por eso ante la realidad de nuestra existencia, pidámosle al Espíritu Santo que nos dé la sabiduría y humildad para reconocer nuestras limitaciones y aceptar nuestros errores, y por tanto clamar por su ayuda, para que obre en nosotros conforme su perfecta voluntad.
No seamos esclavos de nuestra arrogancia. Recordemos que Dios no desprecia un corazón humilde.
.