Carl Spitzweg, pintor del Romanticismo alemán del siglo XIX, tiene un cuadro titulado ‘Miércoles de Ceniza’, elaborado entre 1855 y 1860.
El cuadro deja ver, dentro de un calabozo, un arlequín, símbolo del "Espíritu del Carnaval", que está encarcelado, confinado, mientras medita y reflexiona sobre los excesos y locuras de los días pasados.
La luz que atraviesa los barrotes le ayuda a mirar el tiempo de cuarenta días que tiene por delante, para levantar el ánimo.
Juan Francisco Pozo, que es un sacerdote, escritor e historiador salesiano y español, explica que hay dos posibles maneras de entender la Cuaresma:
1- En esa pintura vemos un hombre disfrazado de arlequín, sentado en un rincón de una prisión, con aire deprimido y triste; como alguien que ha estado disfrutando de la alegría de vivir en el carnaval previo, con sus posibles excesos, y ahora está castigado, privado de su libertad, en nombre de la moralidad estricta y adversaria de la vida.
Según esta interpretación, la Cuaresma es un tiempo lúgubre, que rememora palabras como sacrificio, ayuno, penitencia. Es decir, algo verdaderamente antipático y poco atrayente.
2- Pero está la otra interpretación, que es la que me gusta más y que revela el sentido auténtico de la Cuaresma: El arlequín del cuadro, está bañado por la luz que viene desde arriba, que penetra en su corazón y en su mente. Y esa luz, que representa el amor y la misericordia de Dios, le está haciendo recapacitar acerca de su vida y sus acciones.
La actitud serena del personaje, sugiere que la paz ha llegado a su corazón, tras el arrepentimiento, ya que es sabedor del perdón amoroso y misericordioso de Dios.
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