DON JUAN: ¿No es verdad, Ángel de amor, que en esta apartada orilla, no hay que llevar mascarilla y se respira mejor?
Es verdad y no te miento, que arriesgándome salí, desde muy lejos de aquí, burlando el confinamiento.
He venido de muy lejos, aunque el lugar me lo callo, a lomos de mi caballo, para tirarte los tejos.
He amarrado mi corcel, está todo ventilado; ya las manos me he lavado y me he puesto el hidrogel.
Ea, pues, bella señora, concededme vuestro amor. Os lo pido por favor, ¡desde hace casi una hora!
DOÑA INÉS: ¡Callad, por Dios, caballero, porque es público y notorio, que aunque vos seáis el Tenorio, la salud es lo primero!
Con todo lo que se ha dicho, yo prefiero no arriesgar. No me quiero contagiar, que a mí me da miedo el “bicho”.
Conteneos, por caridad, comportaos con elegancia y mantened la distancia: es por la seguridad, que este año no habrá romance, se rompe la tradición. Ya habrá mejor ocasión, con la vacuna al alcance.
Marchad, pues, por la vereda y no vayáis muy despacio. Estad en vuestro palacio, antes del toque de queda.
Malos tiempos corren hoy, para encuentros y reuniones. ¡Huyamos de los follones!
Y ya, con esto, me voy. Ya me despido, señores. Agradezco su atención y deseo de corazón, que vengan tiempos mejores.
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