Un ratoncito se coló una noche, en una tienda llena de exquisiteces.
El pequeño roedor empezó a oler todas las cosas buenas que había a su alrededor: mantequilla, tocino, chocolate. Y sobre todo, ¡el queso!
Se alzó sobre sus patitas traseras y, sin poder reprimirse, emitió un grito de felicidad.
Pero, ¿con qué debería empezar su banquete? Iba a hincarle el diente a un trozo de mantequilla, cuando le llegó el aroma a un chorizo riquísimo, desde el otro lado del local.
Cuando iba hacia allá, notó el olor de un exquisito queso francés, que le hizo dar media vuelta.
A punto de empezar a devorarlo, le invadieron las fragancias de las zanahorias frescas.
El pobre ratón corría de un lado para otro, sin saber qué es lo que tenía que comer primero.
Y de repente, se hizo de día, y la gente empezó a llegar a la tienda y el ratón tuvo que escaparse de allí.
De regreso a su casita, el roedor les dijo a sus amigos: Nunca más volveré a esa tienda. Cuando vas a empezar a comer, te echan fuera!
En realidad, el ratón debería haberles dicho, que le costó tanto decidirse, que perdió su oportunidad.
AMIGO: Recuerda que para aprovechar lo que la vida nos pone por delante, hay que saber actuar con determinación.
Y es que la indecisión es el peor enemigo, cuando tenemos que resolver algo.
(FUENTE: Revista Pronto).
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