Se muere un ingeniero, cansado de tanto trabajar. Llega a las puertas del Cielo y hay una cola enorme de gente queriendo entrar. Tan agotado estaba el pobre, que se fue solo, derecho al infierno, porque al menos no tenía que hacer fila.
Satanás lo recibe con recelo, pues ¡un ingeniero en el infierno! Y le dice: bueno, ya que te tengo, te prometo que no la vas a pasar mal si me arregla algunas cosillas que no funcionan.
Así, el ingeniero le deja al diablo las calderas como nuevas, le pavimenta todas las calles, le arregla las luces de su caverna, le instala música que lo calma y lo hace olvidar de castigar a la gente.
Y el infierno queda tan bien y a satanás tan calmado, que mucha gente empieza a irse sola ahí.
Le llama la atención a San Pedro, el ver tanta gente entrando sola al infierno. Y se va a averiguar qué pasa.
Encuentra que el infierno, con el trabajo del ingeniero, quedo una maravilla. Se entera de la historia, y llama a satanás y le recrimina: El Ingeniero estaba destinado al Paraíso. Si no me lo devuelves de inmediato, te hago un juicio que vas a perder hasta los cuernos.
Y satanás se mata de la risa, se revuelca y se ahoga de tanto reírse. Cuando consigue calmarse, le dice a San Pedro: Jajajajá. Y ahora dígame, ¿dónde vas a encontrar a un Abogado en el Cielo para hacerme juicio?
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