Cuatro velas estaban ardiendo calmadamente. El ambiente estaba tan silencioso que se podía oír el diálogo entre ellas.
La primera dice: Yo soy la PAZ, y a pesar de mi luz, las personas no consiguen mantenerme encendida. En seguida, su llama, lentamente, se apagó totalmente.
La segunda dice: Yo me llamo FE, pero Infelizmente soy superflua para las personas. Ellas no quieren saber de Dios, por eso no tiene sentido continuar ardiendo. Al terminar su charla, un viento sopló levemente sobre ella, y la llama se apagó.
Muy bajo y triste, la tercera vela se manifestó: Yo soy el AMOR. No tengo más fuerzas para arder. Las personas me dejan de lado, porque sólo consiguen mirarse ellas mismas, se olvidan hasta de aquellos que están a su alrededor. Y también se apagó.
De repente, llegó un niño y vio las tres velas apagadas. ¿Qué es esto? Ustedes deben quedar encendidas y arder hasta el fin.
Entonces, la cuarta vela habló: No tengas miedo, hijo. Mientras yo esté encendida, podremos encender las otras velas.
MEDITEMOS: Cuando apagamos las llamas de la Paz, de la Fe y la del Amor, aun así, no todo está perdido. Alguna cosa ha de quedar dentro de la gente. Y esto tiene que ser preservado, por encima de todo.
Entonces el niño tomó la vela de la ESPERANZA y encendió nuevamente las que estaban apagadas.
AMIGOS, que la vela de la Esperanza nunca se apague dentro de tí. Ella es nuestra luz al final del túnel. Recuerda que el camino de la felicidad precisa, antes, ser pavimentado con la esperanza, con la paz, con la fe, con el amor. La felicidad no siempre golpea nuestra puerta. Para tenerla, es preciso una búsqueda incesante, y al encontrarla, tener el coraje de meterla dentro de nosotros.
A ti, te deseo que la vela de la esperanza, del amor, de la fe, de la paz y de la amistad nunca se apague en tu vida. Y recuerda: “Una vela no pierde su llama encendiendo otra”.
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