En aquella noche, me dirigía a la parada de autobuses. El reloj marcaba alrededor de las nueve o diez.
Al llegar, vislumbré a una joven, sentada en la banca de metal. Sus manos estaban ocultando su rostro, mientras sollozaba.
Mi preocupación me impulsó a preguntarle si todo estaba bien, pero su respuesta fue un silencio acompañado de sollozos más intensos.
Con un tono suave, volví a indagar si necesitaba ayuda. Con prontitud, retiró sus manos, revelando un rostro inflamado y morado, que me dejó paralizado. En un susurro, mencionó: "Deseo que me acompañes al fondo del lago".
Mis fuerzas flaquearon al reconocer su semblante. Era el rostro de la joven, que el año pasado era mi novia.
Ésta había perdido la vida en el lago, durante una noche en la que habíamos escapado para nadar. El miedo a ser inculpado, me llevó a abandonarla en ese fatídico momento, y su cuerpo nunca fue hallado.
Mañana, enfrentaré a la policía y confesaré mi silenciado secreto.
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