¿Te puedo acompañar preciosa?, dijo Juan a una linda chica que caminaba sola por la oscura vereda.
Un rato antes, Juan la había visto desde lejos y apresuró su paso para poder alcanzarla. Él regresaba de tomar en el bar con algunos amigos, celebrando la comisión de ventas que había ganado ese mes y le acababan de pagar.
La chica se detuvo, lo miró fijamente y Juan pensó: ¡Wow!, es preciosa, y no debería andar sola.
La muchacha le dijo: Me llamo Lilith. Y yo me llamo Juan, dijo, extendiendo su mano para después agregar: Creo que te acompañaré, porque por estos lugares no debe andar sola una chica tan tierna y dulce como tú.
Lilith lanzó una carcajada que inquietó mucho a Juan y le dijo: Gracias, pero no soy como piensas.
Ambos comenzaron a caminar y a pocos metros Lilith le dijo: Juan, debes escoger mejor a tus amigos, porque de verdad no lo son. Tú llevas en tus bolsillos una fuerte cantidad de dinero y tu ropa, zapatos, prendas y celular, son la envidia de los que tú llamas amigos.
Juan muy nervioso le dice: ¿Cómo sabes eso tú?
Lilith sin mirarlo le dijo: Yo vivo en este lugar, oigo todo y sé todo lo que aquí pasa. Antes de llegar a tu casa, en el callejón, hay tres hombres que te van a robar todo, incluso la vida, si te pones difícil... Son tus amigos del bar.
Juan tragó en seco y quedó más asustado todavía, pues solo pudo pensar en una cosa: Dios mío, si algo me sucede, ¿qué será de mi madre, si yo soy su sustento y compañía?
Lilith se volvió hacia él y mirándolo con mucha calma le dijo: Tranquilo, nada va a suceder. Lanzó una carcajada muy fuerte y agrego: A tí por lo menos. Y de repente desapareció frente a sus ojos.
Juan estaba petrificado, no podía creer lo que había pasado y creía que era efecto de las cervezas que tomó con sus amigos, pero en ese momento escuchó un desgarrador alarido, también gritos de personas, y para su asombro, del callejón cercano a su casa, unos hombres corrían como asustados, gritaban y lloraban, sus ropas estaban hechas girones y tenían arañazos en el cuerpo.
Juan los reconoció y salió para intentar ayudarlos, pero no pudo porque detrás de los hombres estaba un ser de pesadilla, con ojos rojos, larga cabellera, con una boca grande ensangrentada y en lugar de manos tenía garras.
Por un instante ese ser fijó sus ojos en él y sin saber por qué Juan no sintió miedo, pues en la mirada del espectro pudo reconocer los hermosos ojos de Lilith.
La aparición se desvaneció y Juan entró a su casa, se dirigió al cuarto de su mamá, le dio un beso de buenas noches y fue a dormir.
Durante el sueño, vio a Lilith, sonriendo y diciéndole: Disculpa por asustarte, pero te advertí que no era como tú pensabas. Y recuerda escoger mejor a tus amigos, porque la envidia es más peligrosa, cuando proviene de quién tienes cerca.
(Créditos a su autor).
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