Había una vez un joven, llamado Carlos, que volvía tarde a casa, después de visitar a su abuela en la ciudad vecina. Era una noche oscura y lluviosa, y la carretera estaba desierta.
Carlos conducía con cuidado, tratando de evitar las curvas peligrosas que había en el camino. De repente, en una curva cerrada, Carlos vio a una joven mujer, parada en el lado de la carretera, con el pulgar levantado, pidiendo ser recogida.
La chica era hermosa y parecía inofensiva, por lo que Carlos decidió parar y recogerla. Durante el trayecto, la chica le contó a Carlos que estaba regresando a casa, después de visitar a su familia en otra ciudad.
A medida que avanzaban, Carlos notó que la chica se veía un poco nerviosa y asustada, y que evitaba hablar de sí misma.
Cuando llegaron a un tramo de la carretera más iluminado, Carlos se dio cuenta de que la chica no tenía pies. Su cuerpo estaba flotando en el aire, y su vestido se movía, como si estuviera siendo arrastrado por el viento.
Aterrorizado, Carlos detuvo el coche y miró hacia atrás. Pero la chica había desaparecido, como si nunca hubiera estado allí. Carlos se dio cuenta de que había recogido a la "chica de la curva", una leyenda urbana que había oído contar desde su infancia.
Tardó varios minutos en reaccionar hasta que se dio cuenta que otro coche venía por detrás y de golpe se salió de la carretera y empezó a dar vueltas.
Cuando el coche paró, Carlos salió del coche y fue a ayudar a las personas que allí estaban. Y cuando se acercaba al coche accidentado, vio salir de la parte trasera del vehículo a la chica que había recogido antes, que se acercó a él y le dijo: “Me has caído bien, sino, éste hubieras sido tú“.
.