Ya era tarde. El tren llegaba en media hora.
Vamos, Juanito, apresúrate vistiéndote, que se nos hace tarde para ir a ver a mamá.
Ya voy, papá Juan, respondió Juanito, solo déjeme poner las medias y estaré listo.
Papá Juan vio como Juanito se colocaba las medias rotas y los únicos zapatos que tenía.
Ya estoy listo, papá Juan, dijo cuando acababa de atarse los cordones.
Entonces vamos, vamos pronto, porque el tren nos dejará.
Papá Juan se dirigió rápidamente a la puerta, pero pudo notar que Juanito no lo seguía.
¿Pero qué te pasa, hijo?, ¿es que no quieres ver a mamá?
Papá Juan, pronunció compungido, ¿pero quién cuidará de Tommy? ¿De Tommy? Bueno, pues, lo cuidará la tía. Sí, tu tía vendrá a cuidarlo y le dará de comer. Pero ahora vamos, Juanito, que no llegaremos a tiempo.
Juanito se aproximó hasta su pequeño gato, que posaba como de costumbre en el alféizar de la ventana. Adiós Tommy, le dijo, acariciando su cabeza, por fin iremos a ver a mamá. Te llevaría conmigo, pero a donde voy no sé si acepten gatos. No te preocupes de tu comida, la tía Jacinta se encargará de todo. Te amo Tommy.
El gato pudo ver, a través de la ventana, cómo Juanito y su papá salieron a toda prisa, dejando atrás el cuchitril donde vivían sus más amargos días.
Ya en la estación, y a punto de que llegase el tren, Juanito entregó a papá Juan una nota que había escrito el día anterior.
Esta decía: "Allá nos vemos, mami. Y por favor, espéranos, que iremos a ser felices allá, porque acá, sin ti, no se pudo".
Se abrazaron con sus ojos llenos de lágrimas, y sin dudarlo saltaron...
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