Era un bosque llamado ciudad, y ahí, una tierna niña que llamaban Caperucita, cada noche volvía de casa de la abuela, con paso animado y canturreando canciones.
Sin temores recorría el largo trecho a casa, por calles a veces vacías, otras veces transitadas, algunas muy iluminadas otras oscuras como las tinieblas...
Una noche de tormenta, presurosa avanzaba entre las calles. Relámpagos, iluminando los cielos, provocaron que todo se volviera oscuridad y desconcierto.
Caperucita avanzó más rápido, tratando de escapar de sus miedos o más bien de su presentimiento.
Presentimiento correcto, pues ocultos en las tinieblas, tres lobos hambrientos esperaban al acecho.
Cuando la tuvieron cerca la tomaron desprevenida. Uno cubrió su boca, mientras la arrastraban al infierno. Desgarraron sus ropas a zarpazos, mientras sus fauces clavaban en su desnudez, salivando desesperados las dulces carnes de la chica, quien intentaba gritar, y defenderse, pero lo único que pudo hacer es ver el rostro de esas bestias, bestias que la devoraban de forma insaciable, una y otra vez, hasta que perdió la conciencia.
Luces azules y rojas iluminaron la zona. Cazadores buscaron a los lobos, pero nunca su rastro hallaron.
La dulce mirada de la chica se volvió sórdida y sin emociones, oscura y destructiva. Ya no visitaba a la abuela. Se perdía en su misma oscuridad, buscando entre las sombras a las despiadadas bestias, ocultando, entre su capa, su certero rifle de caza...
Muchos días pasaron, pero el tiempo los reunió de nuevo. Fue una noche de luna que los encontró durmiendo, ocultos en un callejón.
Caperucita los miraba y sonreía, a esas bestias, escapadas del averno y ahí es dónde volverían.
El primer tiro fue certero, arrancando un grito de agonía, cuando el primer lobo perdió su hombría.
Los otros dos despertaron, queriendo escapar, pero el segundo tiro retumbó en el callejón, dejando un hueco en el corazón del lobo.
El tercero trató de huir a la carrera, mientras el disparo sonó en la distancia, y sus sesos quedaron esparcidos en la entrada del callejón, mientras Caperucita de los lobos aullaba y reía a carcajadas... (Osmar Call).
