Cuentan que pasado algún tiempo, Heidi fue a estudiar para maestra a Fráncfort. Y al regresar, ella era toda una señorita de finos modales, pero conservando la humildad y sencillez que la caracterizaba.
Cuando encontró a Pedro, el pastor, también se había convertido en un apuesto joven. Él, gracias a sus padres, también había estudiado y era médico veterinario, y al ver a Heidi, quedó enamorado de ella.
Con el correr del tiempo contrajeron matrimonio y construyeron su propia granja en las hermosas Montañas de Los Alpes. Allí, Pedrito construyó una escuelita a HEIDI, para educar a todos los niños de los alrededores. Y a ellos les nacieron también muchas Heiditas y muchos Pedritos y fueron muy felices...
El abuelo vivió para ver a sus bisnietos y con el tiempo murió. Fue sepultado muy cerca de su amada cabaña, junto con las mascotas que ya habían fallecido, en aquellas montañas que tanto amó.
Cada cierto tiempo, Heidi y Pedro, con sus diez hijos, van a visitar las tumbas, donde están el abuelo y las mascotas. Y Heidi y Pedro, recuerdan lo feliz que fueron en su infancia, viviendo muchas aventuras y sin imaginar que un día serían esposos.
Y siguieron viviendo muchas años en la paz y belleza de las montañas, donde el agua es cristalina y el pan sabe mejor, donde se llega pronto la noche y sale muy temprano el sol...
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