¿Cuántos apuestas hoy?, preguntó Melany a Natalia. Eran las once y cincuenta y cinco de la noche y el par de enfermeras miraban por la ventana posterior del quinto piso del Hospital General.
Hoy digo que serán ocho. Se tocó el cabello y lo pensó mejor. No, mejor nueve por quince dólares. Vale, yo digo... siete, respondió Melany confiada. Y doblo tu apuesta. Vaya, ¿tan segura estás? Eso es nuevo. Esta noche tengo un buen presentimiento.
En ese momento, la nueva enfermera entró a la sala y las vio hablar. Hola, saludó Eva. ¿Qué hacen mirando por la ventana? Jugamos para pasar el tiempo, respondió Melany. Genial, ¿puedo jugar? Debemos mantener la mente ocupada a esta hora.
Por eso lo hacemos, pero tú no puedes participar. ¿Qué? ¿Por qué no?, preguntó Eva, con el ceño fruncido. Es que eres nueva. Aún no has visto a ningún paciente morir, ¿verdad?, preguntó Natalia. No, pero es algo inevitable, tendré que verlo un día, es parte del trabajo.
Vale, cuando ocurra, vuelve aquí y podrás jugar. No pasaron muchos días, hasta que Eva vio a un paciente dejar el mundo de los vivos. Vale, dijo cuando entró. Supongo que ya lo saben. Ya lo vi, fue horrible, pero lo superaré. Quiero jugar.
Llegas justo a tiempo. Hoy será otra dinámica. Di un número del 1 al 10. Cuatro, dijo Eva confiada. Vale, yo digo cinco, dijo Natalia. También digo cuatro. Y como es tu primera vez, será sin apuesta. Ven aquí, ya es hora.
Eva se acercó a la ventana y miró lo que sus compañeras divisaban todas las noches. ¿Cómo se supone que funciona este juego? ¿Mirar el pasto?, dijo riendo. Solo espera, le respondió Melany.
De pronto, muchas personas, con túnicas oscuras que les cubrían todo el cuerpo, aparecieron en la planta baja. Comenzaron a alejarse del hospital. Tenían un aspecto esquelético, y proyectaban un aura oscura, como la flama de una vela que estaba punto de apagarse.
¡Por Dios!, exclamó Eva asustada, se cubrió la boca, recordó que no podía hacer ruido dentro. Por Dios ¿Son fantasmas? ¿Esto es una broma verdad? Muy divertido, la novatada de la nueva chica. No es nada gracioso. Eva, no es una broma. Lo que ves es real, respondió Melany. No, no puede ser. Observo la ventana casi todas las noches y no había nada. Solo ves la muerte cuando la presencias.
¿Todos los días muere gente aquí?, preguntó, mientras sus manos temblaban. Todos los días brotan, así como fallecen, pero no todos se van, unos regresan y otros se quedan en el patio.
Eva no lo podía creer. ¿Tendré que ver esto todos los días? Melany le tocó el hombro como deseando consolarla de la realidad. "Es parte del trabajo". FIN.
(Autor: O. J Cuasquer).
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