Las recibes con el cariño inesperado de un hijo. Cuando encuentras el dinero olvidado en la ropa. Cuando te llega el olor a comida, antes de abrir la puerta de casa.
Con ese sueño que llega, cuando lo necesitas. Una solución, que llega de repente. Alguien que te hace un cumplido, sin saber que estás escuchando.
Alguien que elogia a tu hijo. Una fiebre que baja. Un mostrador sin cola, cuando vas de compras. Un lugar para estacionarse, junto a la entrada. Un vuelo tranquilo. Pájaros cantando al amanecer.
Ver cuando nace lo que sembramos. La brisa del mar. O cuando pasa el dolor. Cuando resuena un beso. Cuando firman el contrato. Cuando el abrazo aprieta. Cuando el amor florece en el otoño/invierno, de la vida. Cuando un amigo se cura. Cuando la foto sale buena.
Cuando la mesa está puesta, para la comida familiar del domingo. Cuando llega el depósito. Cuando llama alguien especial. Cuando te sientes feliz con tu trabajo. Cuando tus hijos te abrazan. Cuando tus nietos te abrazan.
Cuando ocurren esas cositas, que no tienen explicación, pero te hacen sentir tan bien.
Cuando el libro es bueno. Cuando la compañía es buena. Cuando sobra dinero. Cuando el bebé se ríe. Cuando dicen tu nombre con cariño. Cuando la vista desde tu silla, da a la ventana. Cuando llega la primavera. Cuando el médico dice: "Sólo ha sido un susto".
Cuando se pone el sol. Cuando el pan está calientito. Cuando hay música suave. Cuando un ser querido te pasa la mano por el cabello. ¡Cuando pensabas que era demasiado tarde, pero descubres que aún estás a tiempo!
Con esto y más, busca las pequeñas alegrías. Existen todos los días. ¡Son las caricias de Dios! Y qué bien nos hacen...
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